Se ha escrito a menudo sobre los sistemas de contratación que la administración del Estado impone a universidades y centros de investigación. Sistemas que dificultan y constriñen la circulación de personas (por ejemplo, la contratación de personal investigador extranjero), y que, por otro lado, tienden a precarizar a jóvenes investigadores, al obligarles a entrar en una espiral perversa de inestabilidad laboral y sobredependencia institucional (exceso de carga docente y administrativa, ningún tiempo para investigar, etc.).
En este artículo quiero llamar la atención sobre las capacidades organizacionales que la ciencia española tiene, no de abrir la puerta y alentar la llegada de talento exterior, sino de reconocer y premiar el trabajo que ya se hace dentro. Me refiero a los procesos selectivos por promoción interna que se convocan en universidades y organismos de investigación.
Muy poco se ha escrito sobre el diseño de sistemas de gobernanza puertas adentro, de reconocer y premiar el trabajo que ya se hace aquí
Son estos procesos un tema en el que apenas han reparado los analistas sobre política científica a día de hoy. Una gran parte de la reflexión crítica en torno al sistema de ciencia español se ha centrado en cuestiones de evaluación y contratación (de personas y proyectos), así como, en menor medida, en el análisis de la gestión de la transferencia e impacto de los resultados de investigación. Es decir, el diseño de sistemas de gobernanza que cuidan de la ciencia ha puesto el acento en la gobernanza y oxigenación de la ciencia puertas afuera; muy poco se ha escrito sobre el diseño de sistemas de gobernanza puertas adentro.
Los procesos selectivos por promoción interna son uno de esos mecanismos donde la ciencia española, en mi opinión, demuestra serias deficiencias. Voy a explicar por qué estimo el actual proceso mal planteado y diseñado, incapaz de valorar y dar justa cuenta de los méritos de los científicos que se presentan, pero sobre todo, con muchas y muy perniciosas consecuencias para con el sistema nacional de ciencia en su conjunto.
El actual sistema es antiguo, no está a la altura de las necesidades y exigencias que demanda la mejor ciencia contemporánea, y por ende acaba dañando tanto a la cultura científica de la institución como al capital simbólico y proyección internacional de sus integrantes.
El actual proceso está mal planteado y diseñado, es incapaz de valorar y dar justa cuenta de los méritos de los científicos que se presentan
Para explicar las insuficiencias del actual sistema es necesario describir brevemente el mecanismo por el cual se convocan y rigen los procesos selectivos a día de hoy. Voy a usar el ejemplo del CSIC a modo ilustrativo, pues es la institución que mejor conozco, aunque creo que mis comentarios son extrapolables al estamento universitario en general.
Las convocatorias a procesos selectivos por el sistema de promoción interna en el CSIC están reguladas por las órdenes APU/3416/2007 y PREE/2061/2009, que establecen las bases comunes para el acceso a los cuerpos o escalas de la Administración General del Estado.
En el caso del CSIC el mecanismo es el mismo para toda la institución. Valga un breve ejemplo para ilustrar su puesta en escena y funcionamiento.
En el año 2013 el Ministerio de Economía y Competitividad convocó dos plazas para la promoción interna de Científico Titular a Investigador Científico en las áreas de Humanidades y Ciencias Sociales. Repito: dos plazas de promoción interna para todo el Estado. La oferta de plazas es por concurso, lo que significa que los candidatos compiten por esas dos plazas.
En el año 2013 el Ministerio de Economía y Competitividad convocó solo dos plazas de promoción interna para todo el Estado
La convocatoria nombra también un tribunal que ha de valorar, en dos ejercicios públicos, los méritos de los aspirantes, provenientes de ese territorio extensísimo que son las Humanidades y Ciencias Sociales: filosofía, filología, historia, arqueología, psicología, educación, derecho, economía, sociología, ciencias políticas, ciencias de la información, antropología, arquitectura y urbanismo, geografía, por mencionar sólo algunas áreas genéricas, sin entrar en especializaciones.
El tribunal lo integran cinco personas, de las cuales dos o tres suelen pertenecer al mismo CSIC. En un área como Humanidades y Ciencias Sociales el tribunal es inevitablemente interdisciplinar.
Tal diseño institucional, en el que un tribunal interdisciplinar juzga, sin apoyo de pares expertos, la trayectoria y méritos de científicos que concurren competitivamente por un número limitado de plazas —número que debe satisfacer, además, las necesidades de promoción de decenas de áreas disciplinares— no tiene ni pies ni cabeza, y trae consigo muchas y muy serias consecuencias, algunas de las cuales apunto a continuación:
1. Sobre los cupos: En primer lugar, hay que decir que se trata de un sistema excepcional, prácticamente sin parangón en centros de investigación y universidades extranjeras.
Un tribunal que juzga, sin apoyo de pares expertos, los méritos de científicos que concurren por un número limitado de plazas no tiene ni pies ni cabeza
Lo habitual en otras instituciones es que las convocatorias a promociones internas sean abiertas, sin cupos, y por ende sin concurso mediante. Dicho de otro modo, los tribunales valoran los méritos de los candidatos uno a uno, sin necesidad de compararlos. Si el candidato reúne los méritos para la promoción ésta es concedida.
No hay razón ni argumento científico que justifique que la promoción interna de un científico venga capada desde la administración del Estado. Este solo hecho daña estructuralmente la totalidad del sistema nacional de ciencia pues pone freno tanto a sus capacidades internas de crecimiento como a su proyección internacional. Volveré sobre este punto más adelante.
2. Sobre los tribunales: Si bien no es inusual que tribunales interdisciplinares juzguen los méritos de proyectos científicos (proyectos, no personas), y que lo hagan en un régimen competitivo, tomar ese mismo diseño para valorar las trayectorias individuales de científicos es un grave error.
No hay razón ni argumento científico que justifique que la promoción un científico venga capada desde el Estado
En los casos en que un tribunal se hace competente para emitir juicios sobre la valía de candidatos procedentes de disciplinas distintas, como es el caso, por ejemplo, de los prestigiosos Premios Holberg (el Nobel de las Ciencias Sociales y Humanidades), van acompañados siempre de informes previos redactados por pares disciplinares.
En otras palabras, la valoración lo es siempre del candidato, de su obra, su trayectoria, su reputación. El diálogo del tribunal lo es con el candidato, no en disputa por un candidato.
3. Sobre la competencia inter-disciplinas: La naturaleza del concurso, en la cual candidatos con trayectorias incomparables se ponen a competir por un número limitado de plazas, tiene consecuencias nefastas para la institución.
Los cupos de plazas, y el concurso por ellas, generan desequilibrios y rencores en el interior de la institución. La institución se rompe y divide en los llamados colegios invisibles: mafias y grupúsculos de interés.
Los cupos de plazas generan desequilibrios y rencores en el interior de la institución, mafias y grupúsculos de interés
El motivo es sencillo: en el concurso unos ganan y otros pierden. Pero a diferencia de las convocatorias a premios internacionales o a proyectos de investigación, los ganadores y los perdedores lo son todos de la misma institución. El tribunal, por tanto, no juzga sólo a los candidatos, sino que se juzga en última instancia a sí mismo —es decir, juzga sus dependencias y filiaciones, sus pactos y compromisos para con el resto de la institución.
Sucede, entonces, que la institución improvisa singulares mecanismos de diplomacia y arbitraje interno, en los que los grupos de interés pactan turnarse —este año tú, el año que viene yo— la promoción de los suyos. Cuando en una institución el sistema de turnos ha echado raíces, la ciencia, sencillamente, está perdida del todo.
Por todo ello es un error gravísimo encargar a un tribunal interdisciplinar, que opera sin ayuda ni colaboración de pares expertos y externos, la evaluación de candidatos que compiten internamente por un número limitado de plazas.
4. Sobre la cultura institucional: El diseño del actual sistema está lejos de cuidar a los candidatos, que son el cuerpo y alma de la institución.
Cuando en una institución echa raíces el sistema de turnos, la ciencia está perdida del todo
Cuidar un candidato no significa diseñar un sistema que premie a todos por igual, un sistema en el que todos promocionan. Significa, por el contrario, diseñar un sistema que honra el conocimiento y los saberes de las personas que se presentan a promoción: un tribunal capaz de leer, entender y entrar a discutir la obra de los candidatos; un tribunal capaz de justificar sus decisiones más allá de glosas genéricas y puntuaciones arbitrarias; un tribunal, en suma, que ayuda al candidato a crecer con su obra.
No es de extrañar, entonces, que candidatos que han sido evaluados por tribunales ajenos a sus disciplinas, sin asesoramiento especializado, sin capacidad de interlocución directa con ellos y con su obra, desconfíen de las decisiones de éstos. A veces la desconfianza deviene también en desmotivación. Y de la desmotivación a la cultura de la sospecha hay sólo un paso.
5. Sobre las negativa proyección internacional del sistema: El sistema de cupos ha creado un tapón en el conjunto de la ciencia española. Hay hoy en España científicos con rango de Científico Titular o Investigador Científico que bien podrían ser catedráticos en cualquier universidad del mundo. Hay científicos con años de trabajo y reconocimiento a sus espaldas que no han podido promocionar porque no les ha llegado el turno.
El sistema de cupos ha creado un tapón en el conjunto de la ciencia española
Ello es problemático por varios motivos. Desde luego, porque resulta injusto hacia el esfuerzo y la dedicación de todas estas personas. También, porque pone en peligro las capacidades del sistema, en el momento en que instituciones extranjeras deciden tender la mano a científicos que no se sienten reconocidos en casa.
Pero también lo es porque capa y limita la proyección internacional de la ciencia española. Es sabido que las convocatorias europeas más exigentes (por ejemplo, los ERC Starting, Consolidator o Advanced Grants) valoran tanto el currículum de los solicitantes como la memoria técnica de los proyectos que se presentan.
Por ello, si el currículum de un solicitante demuestra un desacuerdo entre su reconocimiento científico (sus publicaciones, patentes, etc.) y su reconocimiento institucional (su categoría como investigador) no es descabellado pensar que las comisiones entren a preguntarse por los motivos del desencaje: ¿Acaso se trata de una persona problemática, de un mal compañero, de un mal gestor?, ¿acaso no nos están diciendo sus propios colegas —su propia institución— que hay algo sobre esta persona que no recomienda su financiación?
Un mal sistema de promoción interna amputa la proyección internacional de los científicos
Cuando los sistemas de promoción interna no permiten nivelar el reconocimiento científico de una persona con su reconocimiento institucional queda demostrado que las instituciones no están a la altura de sus científicos.
En suma, un mal diseño de los sistemas de evaluación y promoción interna es un problema muy serio, que desmotiva a los científicos, que genera desequilibrios y rencores, pero también que amputa la proyección internacional de los propios científicos, sus capacidades de entablar vínculos, relaciones y alianzas, así como de conseguir recursos externos. La ciencia vive, en buena medida, de capital simbólico, y el sistema nacional de ciencia que no sabe administrar ese capital, no sabe nada de ciencia.
— Alberto Corsín Jiménez, Investigador Científico del Departamento de Historia de la Ciencia, CSIC