
Imagen de la supernova W49B / NASA
Hace 1.000 años, cuando las tropas de Sulaiman al-Mustain entraban en Córdoba para saquear la ciudad durante varios días, una estrella a 26.000 años luz de la Tierra estallaba violentamente. Era un fenómeno que los científicos de hoy llaman supernova y que produce uno de los eventos cósmicos más brillantes que se conocen. Ahora, un equipo de astrónomos ha descubierto que tras aquel destello intenso de luz se esconde el agujero negro más joven de nuestra galaxia, la vía láctea.
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Según los cálculos de los astrónomos, este objeto tiene unos 1.000 años de antigüedad desde el punto de vista de la Tierra, lo que le convierte en un bebé dentro de un universo con unos 13.700 millones de años de edad y en el que los agujeros negros mejor conocidos tienen unos 20.000 años. El descubrimiento ha sido posible gracias a la sonda Chandra, de la NASA.
¿Cómo puede ser que el agujero negro tenga sólo 1.000 años si la estrella que lo formó está a 26.000 años luz? Laura López, astrónoma del Instituto Tecnológico de Massachusets y coautora del descubrimiento, lo explica a Materia. “La edad de los agujeros negros se mide tomando como punto de vista la Tierra”, señala. “Esto quiere decir que en realidad el agujero negro tiene 27.000 años. Si se restan los 26.000 años que tardó la luz del estallido en llegar a la Tierra, el resultado indica que la formación del agujero negro pudo observarse en la Tierra hace 1.000 años”. Puede parecer un truco, pero con la edad del resto de agujeros negros que se conocen sucede lo mismo, dice López. Así un agujero negro de unos 21.000 años tiene en realidad unos 50.000 debido a la distancia de la estrella que lo engendró. Por eso puede decirse que este es el agujero negro más joven que se conoce.
Este cuerpo estaría detrás de la supernova W49B. Los astrónomos han estudiado la brillante nube de materia que dejó tras de sí la explosión de la estrella. Su forma y composición pueden delatar el destino final que tuvo la estrella. Muchas supernovas acaban convertidas en estrellas de neutrones, astros que giran a gran velocidad y tan densos que que un trocito del tamaño de un azucarillo pesa igual que todos los seres humanos de la Tierra. En casos más raros, el estallido de la estrella, o mejor dicho su implosión, hace que la materia de esta se condense aún más hasta formar un agujero negro, es decir, un objeto tan denso que su gravedad se lo traga todo, hasta la luz. Por eso los agujeros negros son invisibles a los telescopios.
“Tenemos indicios intrigantes de que la supernova W49B creó un agujero negro”
La composición de la supernova W49B, indica que esta estrella tenía poco hierro y mucho azufre y silicio. Los investigadores introdujeron esta composición en varios modelos teóricos que reproducen la implosión de un astro y estos apuntaron a la formación un agujero negro que sería el más reciente de la Vía Láctea. Además los expertos han sido incapaces de encontrar una estrella de neutrones en las proximidades de W49B, lo que refuerza su hipótesis.
“Tenemos indicios intrigantes de que la supernova W49B creó un agujero negro”, ha dicho Daniel Castro, investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) y coautor del estudio, en una nota de prensa difundida por la NASA.
Los resultados de este estudio, en el que también han participado Enrico Ramírez-Ruiz, de la Universidad de California en Santa Cruz y Sarah Pearson, de la Universidad de Copenhague (Dinamarca), se han publicado en Astrophysical Journal.
Estallido irregular
“Me parece interesante que el colapso de la estrella progenitora, la supernova, es asimétrico, porque muchos modelos afirman que ha de ser simétrico”, explica Carlos Sopuerta, investigador del Instituto de Ciencias del Espacio (IEEC-CSIC). “Esto podría tener implicaciones interesantes para los que buscamos ondas gravitatorias, ya que cuanto mas asimétrico es un fenómeno violento como este, mas emisión en ondas gravitatorias debería haber”, añade.
Las ondas gravitatorias fueron predichas por Albert Einstein a principios del siglo pasado, pero nunca han sido observadas, a pesar de que se han gastado millones en instalar sofisticados detectores terrestres para hacerlo. Sopuerta trabaja en la misión espacial europea Lisa Pathfinder, que sentará las bases para poder encontrar esas ondas desde el espacio en el futuro.
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REFERENCIA
'The Galactic Supernova Remnant W49B Likely Originates from a Jet-Driven, Core-Collapse Explosion'