En la década de los 60, un joven investigador de origen canadiense llamado Douglas Coleman hizo lo que nunca antes otro investigador había hecho: resolver el enigma del ratón obeso. Este roedor había sido descubierto por causalidad en 1949 en el Jackson Lab (EEUU), el epicentro de la investigación con ratones en aquella época. Nadie sabía por qué este hijo de ratones sanos había ganado un peso descomunal para su especie. Coleman hizo un experimento muy sencillo: conectó las venas del ratón obeso con las de otro sano. En poco tiempo, el ratón orondo dejó de comer y perdió peso hasta ser un espécimen normal. Aquel experimento era la antesala de un cambio radical en la investigación de la obesidad.
Coleman sabía que una hormona en la sangre del ratón sano había curado al obeso, pero la tecnología del momento le impidió identificarla. En 1994, un médico criado en Nueva York llamado Jeffrey Friedman y que había acabado en la investigación “por casualidad”, descubrió el gen que produce una hormona llamada leptina. Friedman demostró que tanto en ratones como humanos, esta hormona producida en la grasa es la que le dice al cerebro que coma o que deje de hacerlo porque ya tiene suficientes reservas.
Coleman y Friedman han recibido hoy el Premio Fronteras del Conocimiento en Biomedicina que concede la Fundación BBVA por sus contribuciones “fundamentales para entender patologías como la obesidad”.
Friedman, que trabaja en la Universidad Rockefeller de Nueva York, ha agradecido el premio, en parte por la importancia que tuvieron sus descubrimientos para “cambiar la percepción pública de los obesos”. “Antes se pensaba que eran así por falta de voluntad”, dijo Friedman esta mañana por teléfono durante la presentación del fallo del jurado, pero, añadió, “nuestras investigaciones le han quitado el estigma a la obesidad” demostrando que tiene “bases genéticas”.
¿Debería entonces tratarse la obesidad como una enfermedad si en realidad es una cuestión genética similar a la altura? “Yo no recomiendo que se trate la obesidad si no se detectan otros síntomas médicos asociados, como la diabetes”, dijo Friedman a preguntas de los periodistas hoy durante una conexión telefónica con el comité que otorga el premio. El problema, claro, es que se sabe que la obesidad es un factor de riesgo para sufrir una o varias de las grandes epidemias de occidente: diabetes, enfermedades cardiovasculares y cáncer.
Las investigaciones de Friedman y Coleman han permitido demostrar que muchos obesos son insensibles a la acción de la leptina, de forma similar los diabéticos que son inmunes a la acción de la insulina. Sin embargo, estos avances aún no han producido un tratamiento universal contra la obesidad, dada su complejidad y los múltiples factores genéticos y ambientales que la producen. Por eso, hasta entonces, el consejo de Friedman es claro: “hagan ejercicio”.
Vídeo | Jeffrey Friedman explica su investigación / Fundación BBVA
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